En hora buena para todos.
Susana T. Más Iglesias La Habana, 19
de julio de 2015.
Desde
el anuncio de comienzo en las conversaciones para el restablecimiento de las
relaciones diplomáticas entre los gobiernos de Estados Unidos y Cuba, ya la ciudadanía
de la isla comenzó a demostrar
abiertamente el regocijo porque ésto se llevara a cabo, después de tantos años
de espera a que tal ilusión se materializara.
Ambas
culturas siempre estuvieron muy unidas y uno y otro país albergan como ciudadanos a muchos del otro,
sobre todo la gran potencia que en estos momentos posee miles de cubanos
entre sus ciudadanos y residentes dentro
del territorio norteño.
El
mar, en la escasa distancia que separa a las dos naciones es testigo de cuantas
personas han perecido en el intento de llegar con vida aunque sea a los cayos
unos, y otros con más suerte, de mantener la vida y el delirio del próximo intento
por llegar, que han sido devueltos a la isla.
Anteriormente
nadie se atrevía a poner la bandera estadounidense a su carro, ni siquiera alguna otra insignia o foto que demostrara
la simpatía por dicho país o su gobernante.
Años
atrás unos jóvenes que fueron como observadores a disfrutar un juego de beisbol en el estadio
Latinoamericano del municipio Cerro, fueron detenidos (hasta tanto salieran del
país los jugadores que integraron al equipo estadounidense), sólo por demostrar
su simpatía a dicho elenco y fortalecer la comisión de embullo que el mismo
tenía.
Nada
de autonomía, o simpatía se podía demostrar, ni incluso en el deporte
considerado el más popular de la patria, porque ello podía conllevar a
drásticas consecuencias como pasar por un mal momento o ser tildado de
contrarevolucionario.
No
se puede negar que a través de la historia, el presidente Barack Obama ha sido
el más popular y aceptado por la población cubana por diversos motivos y
relevantes hechos que han logrado introducir una gran empatía. Otros, al no
querer reconocer su talento y sencillez
prefieren pensar que se le acepta por el único atributo de ser descendiente
de África no reconociendo que es un erudito dentro de la política.
Nuestro
pueblo siempre se ha sentido unido al de los Estados Unidos y no precisamente
por temas políticos. Algunos son descendientes de familias que a pesar de haber
nacido allá, quisieron formar nuevas generaciones aquí, otros emigraron por diversas
causas, sobre todo por problemas económicos para establecerse y mejorar su
condición. Y así con el cursar de los años, el término de ciudadanía
cubano-americano se ha ido incrementando
poco a poco.
Se
puede analizar también que en la cultura
de nuestro idioma están introducidas palabras y frases de habla inglesa que
siempre se han utilizado, como por ejemplo, my brother, take it easy, down,
beautifull, ok, all rigth, what happen, sorry, feeling y casi todas las implantadas de antaño en el vocabulario
beisbolero nacional, a las que nunca se
les ha hecho traducción.
Hoy
vemos con alegría que taxistas, granizaderos y carros particulares ostentan sin
temor lo mismo la bandera estadounidense que la foto del presidente de ese
país, eso sin contar los pulóveres y otras prendas de vestir que dan promoción
a marcas americanas, sin que se tilde a
la persona de poseer diversionismo ideológico, como se exponía en las décadas
del 60 y 70.
Las relaciones
de amistad si se basan en el respeto mutuo, colaboración y entendimiento entre
ambas naciones pueden conquistar un exitoso cambio, siempre y cuando se respeten
de ambas partes los acuerdos que puedan generar óptimos resultados para el
bienestar de todos los ciudadanos.
En
hora buena para todos aquellos que sueltan el lastre del odio y prejuicios para
retomar el camino del amor, la paz y la comprensión.
P/D enviado
a ICLEP
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