¡Si
siempre fuera así!
Susana
T. Más Iglesias, La Habana
En
términos generales, la población se queja del trato que recibe por parte de los
empleados de las tiendas en divisa. El personal que labora en esos
establecimientos da la sensación de que hace un favor al cliente, en vez de
interiorizarlo como el desempeño por el cual perciben un salario. No ponen en
práctica los conocimientos adquiridos para la gestión de venta. En ocasiones,
algunos muestran indiferencia al consumidor. Si están hablando por teléfono ni
se inmutan, o sencillamente, con tal de no atender como es debido, le dicen al
cliente que el producto es de mala calidad.
Si
es calzado, ni se esfuerzan por buscar el número, dicen que es el único que
tienen. Sin embargo no siempre es así. Por eso, cuando algún colectivo trabaja
como es debido y atiende al cliente con esmero y profesionalidad es digno que
se hable de ello y se le reconozca. Es el caso de los trabajadores del mercado
ubicado en calle 1ra. y 42, en Miramar.
Al
entrar allí, cualquiera entra en shock al percibir con la amabilidad y
paciencia con que atienden al cliente. Esto se advierte desde el portero, la
señora que atiende el guarda bolsos, hasta cualquiera de los empleados. Todos
muestran su profesionalidad. Se esmeran en complacer al cliente en lo que
solicita. Si no tienen lo solicitado, le explican dónde lo hay o puede haberlo.
Sucedió
y lo presencié en el área de perfumería, donde la joven muchacha que se
encontraba tras el mostrador el pasado día 5, atendió con destreza a más de 7
personas que allí se encontraban, y sin saber que era observada, con mucha
paciencia y conocimientos reveló las cualidades de productos como el polvo de
decoloración, peróxidos de distintos volúmenes y perfumes que solicitaban los
interesados. En ningún momento se le notó rasgos de disgusto, indiferencia o
impaciencia ante tantas preguntas y solicitudes de fragancias a escoger; al
contrario, mostraba una ternura casi familiar. Por lograr una buena venta, hizo
demostración de sabiduría acerca de las propiedades y calidad de los productos
que vendía.
Cosa extraña hoy en día si usted no va
acompañado por un extranjero.
Algo
similar sucede en la tienda que perteneció a la cadena Dita, hoy traspasada a
TRD, ubicada en Diez de Octubre entre Calzada de Luyanó y San Nicolás, en
específico, con el empleado que atiende la parte de útiles del hogar. No repara
en abrir una cortina para exhibir o explicar para qué sirve determinado objeto
que esté en venta; se interesa por lograr que el cliente siempre acceda a la
compra de algún adorno o utensilio.
Cuando
se distinguen actitudes como esas, que no dependen de la obtención de alguna
propina, se siente una confusión abismal y se queda una admirada de que aún
queden trabajadores del comercio con deseos de ayudar o servir al prójimo.
Por eso, lo primero que se piensa es:
¡si siempre fuera así!
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