Te llevo a donde me conviene
Susana
T. Más Iglesias, El Vedado.
Muchos
extranjeros que visitan Cuba se preocupan en saber cómo funciona el sistema
educativo y la atención a niños en edad escolar, mientras que otros muestran su
interés por las instalaciones culturales, deportivas o de atención a la salud.
Como se sabe, a estas personas que se interesan en saber cómo es en realidad la
vida del cubano y la atención que reciben por distintos conceptos, les
programan los lugares que visitarán mucho antes de arribar al país.
Siempre
son las mismas plazas: la Escuela Vocacional Lenin, la Universidad de Ciencias
Informáticas (UCI), el Palacio de las Convenciones, la Escuela Militar “Camilo
Cienfuegos”, centros turísticos de la capital y nunca falta el recorrido por la
playa de Varadero. En fin, ven lo que no tiene sentido que conozcan.
A
los visitantes no solo se les debe enseñar la cara bella del país, sino también
la cara oculta, donde se refugian los que no han tenido las puertas abiertas
para desarrollarse y se han tenido que conformar con malvivir, sin resolver sus
necesidades más perentorias.
A
nadie se le ocurre trasladar a los que arriban a Cuba hacia zonas donde es
difícil encontrar una sonrisa infantil, o el regocijo de haber llegado a la
ancianidad.
A
los visitantes nunca los llevan a ver a los pobres y los marginados.
Cuando
se dice marginal, casi siempre se transforma el significado real de la palabra
y se piensa en el ciudadano de mala formación y conducta antisocial. No es así
necesariamente.
La
vida de las personas que habitan los barrios marginales no se hace fácil de
transitar, pero nunca se hace una pausa para pensar por qué estas personas
llegan a la marginalidad. En ello juegan factores como la poca atención por
parte del estado, situaciones económicas, la discriminación social y racial y
los problemas de vivienda.
Nunca
se ha visto en reportajes de TV que se revele cómo es la vida de estas
personas, que forman una buena parte de la población cubana. Y es una pena que
no se conozca en las condiciones que viven y se desarrollan, pues hay que tener
en cuenta que de ahí también surgen las generaciones que en el futuro
integrarán la sociedad cubana.
Es
necesario que turistas y visitantes sepan de buena tinta cómo se vive en todos
estos sectores poblacionales.
Que
de cuando en vez conozcan rostros infantiles donde resalta la desilusión, la
amargura y la tristeza. Tal vez, luego de verlos, ellos puedan crear y
desplegar proyectos que ayuden a que esas vidas tomen un matiz más placentero.
P/D publicado en Primavera Digital
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