Nuestras
Mascotas También Tienen Derecho.
Susana T. Más Iglesias, La Habana10 de
mayo de 2014.
Un
gran número de cubanos manifiesta amor no solo hacia a la familia que han creado, sino que también
que lo manifiestan por sus mascotas. Hasta las familias más pobres tienden a
adoptar con voluntad y cariño a algún animalito, ya sea por el más pequeño de
la casa, que por el anciano jubilado para que tenga en qué ocupar el tiempo que
le sobra, se entretenga con ella, y no sienta soledad cuando la familia parte
hacia la escuela y el trabajo.
De
manera general en las casas deciden adquirir algún animalito de la raza canina,
aunque hay quienes prefieren los gatos,
una cotorrita, alguna parejita de pájaros y otros que se conforman con una
jicotea o peces ornamentales.
Pero
cuando se toman estas decisiones, es para de verdad atenderlos, quererlos y
hacer por ellos todo lo que se requiere en cuanto a sus cuidados y
alimentación. Estas personas a pesar de las dificultades alimentarias y la
escases, son capaces de compartir su comida con ellos o
hasta de dejar de comer antes de dejarlos sin
alimentar, porque forman parte de sus vidas cotidianas, además de proporcionar
afecto y seguridad.
Por
ello cuando en casos de que enfermen sus dueños tienen que llevarles a algún centro
hospitalario, como por ejemplo la Clínica Veterinaria de Carlos III, llegan a
deprimirse y hasta llorar al ver las condiciones tan deplorables en las que
tiene que trabajar el personal allí ubicado.
Por
suerte, la buena atención llega a sustituir el mal aspecto y deterioro de la
instalación, que no solo lo muestra en sus fachadas sino también en los
cubículos donde son atendidos los animalitos, y donde debe desenvolverse el personal médico.
En
el país existen varias asociaciones de atención a las distintas especies, pero
ninguna reclama al gobierno con seriedad que se acabe de restaurar ésta institución,
por donde transitan y se instruyen alumnos de esta área de la medicina cubana.
Su fachada lo dice todo y sus interiores, donde se labora con ahínco y
profesionalidad lanzan un grito de apelación al arreglo de ventanas, luminarias
y paredes, en fin de su remozamiento total. También que se provea de
avituallamiento correspondiente para la atención como lo hay en la Clínica
Almiquí, donde supuestamente asisten a la crema y nata de los apoderados cuando
llevan a sus burguesas mascoticas.
En
documentales que se exhiben por canales de la televisión, se conoce que en todos los países hay diligencia en este
sector, y se han creado leyes
protectoras hacia los animales que exigen la buena atención no solo a sus
dueños, sino también que imponen requisitos
a propietarios particulares y estatales de clínicas de atención a la fauna.
Esperemos
que alguien se apiade de éste centro y no deje que se desmorone como otras
edificaciones por falta de atención estatal, ya que constituye una de las
edificaciones sociales más reconocidas del país.
Hará
falta que los reporteros del programa “Cuba Dice” se dieran una vuelta por allí
porque nuestras mascotas también tienen derecho.