Tremenda
Fábrica
Susana T. Más Iglesias, La Habana 10 de
junio de 2014.
Genial
fue la idea de convertir la antigua fábrica de aceite “El Cocinero”, situada en
la barriada del Vedado, en un centro donde se exponen distintas manifestaciones
asociadas al arte y la cultura cubana, total…, ya el aceite que consume la
población se importa y de ninguna manera dicho local se restauraría para rehabilitar
el objetivo inicial de su construcción.
No
deja de ser una buena opción para aquellos jóvenes y no tan jóvenes que buscan
un lugar de distracción, donde puedan ampliar sus instrucciones en cada una de
las revelaciones de nuestro arte, gracias a que allí concurren prestigiosos
representantes de la música el humor y la plástica cubana. Pero alto ahí…no
todos los jóvenes, aunque lo deseen pueden darse el lujo de asistir a un centro
recreativo, ni siquiera una vez a la quincena, cuando la entrada tiene un valor
de $50:00 MN y la gastronomía que se oferta es de alto costo, según personas
que visitaron el lugar y palabras escuchadas en entrevista trasmitida por la
TV.
Es
cierto que nuestra cultura tiene altos exponentes entre los cantantes solistas,
agrupaciones musicales, representantes de la plástica y la dramaturgia; el arte
propicia instrucción, conocimientos, relajación y llega a estimular el interés
de incursionar en él con gran afición, aunque para ello hay que asistir con
asiduidad a espectáculos que se ofrecen en distintas sedes.
No
obstante, con los costos de cines, teatros y lugares como la Fábrica, si te
instruyes, no puedes comprarte un buen libro, ni comes, te vistes, ni mucho menos
logras cumplir con otros gastos obligatorios personales.
Fuera
una buena idea si los funcionarios de la cultura accedieran en bajar un poco
los precios de acceso a las actividades artísticas y de entretenimientos, que sean
de acuerdo a los salarios, y sobre todo que recuerde que las actividades
dirigidas a niños y jóvenes nunca fueron de igual precio que las de adultos, para
que todos puedan acudir al menos dos o tres veces al mes a disfrutar de buenos
ratos de esparcimiento. De esta manera abordarían con más entusiasmo y
relajación los estudios o trabajos que realizan, porque sus mentes estarían más
disipadas y no tendría cabida el estrés, ni se generalizarían las malas
conductas sociales, que no son más que la falta de opciones de recreación y
conocimientos culturales.
Nuestra
cultura caribeña, de influencias africanas es bella, sabia e instructiva, no se
debe frenar con precios abismales y lucrantes el acceso a la misma.
P/D enviado a la Primavera Digital para
su publicación.
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