jueves, 19 de junio de 2014

Tremenda Fábrica

Tremenda Fábrica


Susana T. Más Iglesias, La Habana 10 de junio de 2014.

Genial fue la idea de convertir la antigua fábrica de aceite “El Cocinero”, situada en la barriada del Vedado, en un centro donde se exponen distintas manifestaciones asociadas al arte y la cultura cubana, total…, ya el aceite que consume la población se importa y de ninguna manera dicho local se restauraría para rehabilitar el objetivo inicial de su construcción.
No deja de ser una buena opción para aquellos jóvenes y no tan jóvenes que buscan un lugar de distracción, donde puedan ampliar sus instrucciones en cada una de las revelaciones de nuestro arte, gracias a que allí concurren prestigiosos representantes de la música el humor y la plástica cubana. Pero alto ahí…no todos los jóvenes, aunque lo deseen pueden darse el lujo de asistir a un centro recreativo, ni siquiera una vez a la quincena, cuando la entrada tiene un valor de $50:00 MN y la gastronomía que se oferta es de alto costo, según personas que visitaron el lugar y palabras escuchadas en entrevista trasmitida por la TV.
Es cierto que nuestra cultura tiene altos exponentes entre los cantantes solistas, agrupaciones musicales, representantes de la plástica y la dramaturgia; el arte propicia instrucción, conocimientos, relajación y llega a estimular el interés de incursionar en él con gran afición, aunque para ello hay que asistir con asiduidad a espectáculos que se ofrecen en distintas sedes.
No obstante, con los costos de cines, teatros y lugares como la Fábrica, si te instruyes, no puedes comprarte un buen libro, ni comes, te vistes, ni mucho menos logras cumplir con otros gastos obligatorios personales.
Fuera una buena idea si los funcionarios de la cultura accedieran en bajar un poco los precios de acceso a las actividades artísticas y de entretenimientos, que sean de acuerdo a los salarios, y sobre todo que recuerde que las actividades dirigidas a niños y jóvenes nunca fueron de igual precio que las de adultos, para que todos puedan acudir al menos dos o tres veces al mes a disfrutar de buenos ratos de esparcimiento. De esta manera abordarían con más entusiasmo y relajación los estudios o trabajos que realizan, porque sus mentes estarían más disipadas y no tendría cabida el estrés, ni se generalizarían las malas conductas sociales, que no son más que la falta de opciones de recreación y conocimientos culturales.
Nuestra cultura caribeña, de influencias africanas es bella, sabia e instructiva, no se debe frenar con precios abismales y lucrantes el acceso a la misma.



P/D enviado a la Primavera Digital para su publicación.

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