jueves, 15 de enero de 2015

No es lo mismo que en la ciudad.

 

No es lo mismo que en la ciudad.
Susana Teresa Más Iglesias, La Habana 13 de septiembre de 2014.

En la provincia de Camagüey,  existe un pequeño pueblo llamado Esmeralda, que por los años sesenta no llegó a tener 900 habitantes, incluyendo a los integrantes de asentamientos cercanos al pueblo procedentes de Haití y Jamaica.
En esa localidad serena, lo que dividía al caserío era  la línea del tren, pero poseía todo lo necesario para que sus habitantes pudieran vivir tranquilos y con la siempre ilusión de que llegara la zafra, tiempo en que mejoraban  las condiciones de vida para todos.
Increíblemente una de sus habitantes con más de 80 años, a pesar de haber nacido en otra provincia y de la cual soy descendiente, siguió la tradición aventurera de sus padres, mis abuelos, de escoger este apacible pueblo para establecer su familia para que allí se desarrollaran. En mis recuerdos permanece el antaño caserío como bonito, despejado y sobre todo alegre; integrado por  personas humildes, educadas y honradas que se entregaron al trabajo con entusiasmo y dedicación; casi todos en su mayoría graduados de profesiones mayormente agrícolas asociadas al trabajo de centrales de azúcar y al magisterio, pero de donde también surgieron populares deportistas, médicos y músicos.
La historia no es larga aunque sí verídica. Esta señora, protagonista de la historia nunca trabajó para el estado, pues desde muy niña, tuvo que ayudar a su estirpe integrándose desde los ocho años a  servidumbres de  familias acaudaladas. Posteriormente, cuando emigra a éste pueblo, se casó con un carpintero que además era músico de la orquesta  local  en sus tiempos libres. Cuando comienza a procrear, su esposo determinó, que era mejor que permaneciera en el hogar para atender al mismo y cuidar de sus hijas.
Ella,  fiel creyente de Dios y cumplidora de las leyes revolucionarias, nunca pensó que al final de su vida, después de permitir  que sus hijas abandonaran por algún tiempo el pueblito para contribuir con el desarrollo del país, y que posteriormente sufrió la pérdida de su esposo más la de una de sus hijas, el estado le otorgaría como pensión por seguridad social la ínfima cantidad de sólo $80.00 pesos cubanos mensuales ($3.25 dólares).
Esto, ni yo misma quise creerlo cuando accidentalmente lo supe, pues en mi niñez, los jóvenes e incluso los adultos no teníamos acceso a la información económica de la familia. Predominaba una discreción y respeto en cuanto a conversaciones y cuestiones relacionadas con los ingresos monetarios.
Es absurdo que una persona  perciba solo esa cantidad de dinero por concepto de viudez de su cónyuge que mantuvo dos trabajos asociados al estado por más de cinco décadas. Aunque ella tenga otros familiares cercanos que puedan colaborar, no se concibe que lo establecido sea esa cantidad cuando existen gastos obligatorios de pago a los servicios básicos del hogar (electricidad, agua, gas, teléfono), vestimenta, alimentación y medicamentos,  porque ya pasados cierta edad es normal poseer alguna enfermedad.
Ya con el establecimiento del período especial, las posibilidades menguaron, la mayoría no tiene posibilidades ni condiciones para sembrar y mucho menos de criar, y de hacerlo no progresarían mucho; sin embargo las restricciones se  mantienen.
Estas personas de áreas  rurales a nivel nacional  siempre obtuvieron menos cantidad de productos alimenticios normados por la libreta de racionamiento, alguien supuso que como tenían más posibilidades para la cría y siembra, se les racionalizaron más algunos, se les invalidó de otros y se les suministra con gran intérvalos de tiempo la adquisición de una minoría, sobre todo los cárnicos, que están más asociados a las proteínas.
Desde luego, que aquellas personas que reciben dieta médica por poseer enfermedades determinadas que así lo requieren, pueden considerarse favorecidas. ¿Pudiera alguien imaginar cómo armar el rompecabezas económico de solución a las necesidades y cómo se las arreglaría esta anciana de no tener familia que la auxilie?
Sólo el Señor, todo poderoso en quien cree apasionadamente, porque desde niña es católica y ella saben lo que hay que pasar para garantizar diariamente para el plato de comida a la mesa.




P/D Trabajo Presentado en Concurso.

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