No es lo mismo que en la ciudad.
Susana Teresa Más Iglesias, La Habana 13 de
septiembre de 2014.
En la provincia de
Camagüey, existe un pequeño pueblo
llamado Esmeralda, que por los años sesenta no llegó a tener 900 habitantes,
incluyendo a los integrantes de asentamientos cercanos al pueblo procedentes de
Haití y Jamaica.
En esa localidad
serena, lo que dividía al caserío era la
línea del tren, pero poseía todo lo necesario para que sus habitantes pudieran
vivir tranquilos y con la siempre ilusión de que llegara la zafra, tiempo en
que mejoraban las condiciones de vida
para todos.
Increíblemente una de
sus habitantes con más de 80 años, a pesar de haber nacido en otra provincia y de
la cual soy descendiente, siguió la tradición aventurera de sus padres, mis
abuelos, de escoger este apacible pueblo para establecer su familia para que
allí se desarrollaran. En mis recuerdos permanece el antaño caserío como
bonito, despejado y sobre todo alegre; integrado por personas humildes, educadas y honradas que se
entregaron al trabajo con entusiasmo y dedicación; casi todos en su mayoría
graduados de profesiones mayormente agrícolas asociadas al trabajo de centrales
de azúcar y al magisterio, pero de donde también surgieron populares
deportistas, médicos y músicos.
La historia no es larga
aunque sí verídica. Esta señora, protagonista de la historia nunca trabajó para
el estado, pues desde muy niña, tuvo que ayudar a su estirpe integrándose desde
los ocho años a servidumbres de familias acaudaladas. Posteriormente, cuando
emigra a éste pueblo, se casó con un carpintero que además era músico de la
orquesta local en sus tiempos libres. Cuando comienza a
procrear, su esposo determinó, que era mejor que permaneciera en el hogar para
atender al mismo y cuidar de sus hijas.
Ella, fiel creyente de Dios y cumplidora de las
leyes revolucionarias, nunca pensó que al final de su vida, después de permitir
que sus hijas abandonaran por algún
tiempo el pueblito para contribuir con el desarrollo del país, y que
posteriormente sufrió la pérdida de su esposo más la de una de sus hijas, el
estado le otorgaría como pensión por seguridad social la ínfima cantidad de
sólo $80.00 pesos cubanos mensuales ($3.25 dólares).
Esto, ni yo misma quise
creerlo cuando accidentalmente lo supe, pues en mi niñez, los jóvenes e incluso
los adultos no teníamos acceso a la información económica de la familia. Predominaba
una discreción y respeto en cuanto a conversaciones y cuestiones relacionadas
con los ingresos monetarios.
Es absurdo que una
persona perciba solo esa cantidad de
dinero por concepto de viudez de su cónyuge que mantuvo dos trabajos asociados
al estado por más de cinco décadas. Aunque ella tenga otros familiares cercanos
que puedan colaborar, no se concibe que lo establecido sea esa cantidad cuando existen
gastos obligatorios de pago a los servicios básicos del hogar (electricidad,
agua, gas, teléfono), vestimenta, alimentación y medicamentos, porque ya pasados cierta edad es normal poseer
alguna enfermedad.
Ya con el establecimiento
del período especial, las posibilidades menguaron, la mayoría no tiene
posibilidades ni condiciones para sembrar y mucho menos de criar, y de hacerlo
no progresarían mucho; sin embargo las restricciones se mantienen.
Estas personas de áreas
rurales a nivel nacional siempre obtuvieron menos cantidad de productos
alimenticios normados por la libreta de racionamiento, alguien supuso que como
tenían más posibilidades para la cría y siembra, se les racionalizaron más
algunos, se les invalidó de otros y se les suministra con gran intérvalos de
tiempo la adquisición de una minoría, sobre todo los cárnicos, que están más asociados
a las proteínas.
Desde luego, que aquellas
personas que reciben dieta médica por poseer enfermedades determinadas que así
lo requieren, pueden considerarse favorecidas. ¿Pudiera alguien imaginar cómo
armar el rompecabezas económico de solución a las necesidades y cómo se las
arreglaría esta anciana de no tener familia que la auxilie?
Sólo el Señor, todo
poderoso en quien cree apasionadamente, porque desde niña es católica y ella
saben lo que hay que pasar para garantizar diariamente para el plato de comida
a la mesa.
P/D Trabajo Presentado
en Concurso.
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