viernes, 22 de marzo de 2013


No hay que exagerar…


Susana T. Más Iglesias, La Habana 7 de Marzo de 2013.
Es cierto que la situación general del país está caótica, que cada vez se pone más difícil la adquisición de productos  alimenticios o de higiene, ropa y calzado por su desabastecimiento o los altos precios; que el pueblo confronta dificultades con el transporte, los medicamentos y otros renglones en la vida cotidiana, pero ello no justifica que se pierda la educación moral y mucho menos el pudor hasta el punto de utilizar  a menores en el ejercicio de la mendicidad.
Hace unos días, pasadas las ocho de la noche, una señora que no superaba los sesenta años, sentada en uno de los muros de entrada al Hotel ¨Habana Libre¨, inducía a un pequeñín que apenas llegaba a cuatro años para que abordara a los turistas que transitaban a pedir dinero, si le daban, excelente labor, pero si no, el pequeño daba un manotazo a quien se lo negara. La matrona se mantenía con actitud indiferente ante la agresividad del menor, solo lo llamaba para  esperar al próximo. Aquello fue la admiración e indignación de todos los transeúntes, ya que no había ningún agente del orden que impidiera con su presencia tal desfachatez. En  reiteradas ocasiones son mujeres con niños de meses las que hacen estancia y deambulan con el mismo fin.
Es un acto muy deplorable el hecho de instruir a niños de tan poca edad en este tipo de denigración social, porque en el futuro cuando ese niño sea un adolescente, y pueda valerse por sí solo, no respetará a nadie, se convertirá en un ciudadano sin escrúpulos que le dará lo mismo arrebatar una cartera, que introducirse en una casa a robar a toda costa y riesgo.
Pero como si fuera poco, a escasos metros de ese mismo lugar, un joven se acercó a un grupo de turistas, y señalando a una muchacha que aparentaba estar embarazada, les solicitaba ayuda monetaria, exponiendo que ella no había ingerido ningún alimento en todo el día. Eso es bochornoso y cruel, además que de ser ciertas esas situaciones, nada tienen que ver con ellas los extranjeros que visitan el país.
Hay que resaltar la necesidad de ahuyentar este tipo de elemento de lugares donde se pueda dañar de forma considerable la imagen del verdadero ciudadano cubano decente, desprendido, que se conforma con el destino que haya tomado su vida ya que el estado es indolente a las carencias y necesidades de la población.  Se puede llegar a ser la persona más pobre de la tierra y sin embargo tener el regocijo y orgullo de la honradez, sin traspasar los límites de la mala educación. Pero esto solo sucede cuando los pueblos carecen de un gobierno que se preocupe por saber cómo andan las cosas en los sectores más pobres de un país.
Ya la mayoría de los habitantes de la isla desconocen lo que es vivir con decoro y se debe trabajar en estos aspectos. Comportamientos como estos no solo deben ser vigilados y de ser preciso tomar medidas para que no se propague por toda la ciudad, sino atendidos de manera social  y tratar de mejorar la vida del cubano, ver cómo se soluciona la pobreza extrema en la que vive un gran porciento de personas y poner atención a estos actos de manera preventiva. 



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