No hay que exagerar…
Susana T. Más Iglesias, La Habana 7 de Marzo de
2013.
Es cierto que la
situación general del país está caótica, que cada vez se pone más difícil la adquisición
de productos alimenticios o de higiene, ropa
y calzado por su desabastecimiento o los altos precios; que el pueblo confronta
dificultades con el transporte, los medicamentos y otros renglones en la vida
cotidiana, pero ello no justifica que se pierda la educación moral y mucho
menos el pudor hasta el punto de utilizar
a menores en el ejercicio de la mendicidad.
Hace unos días, pasadas
las ocho de la noche, una señora que no superaba los sesenta años, sentada en
uno de los muros de entrada al Hotel ¨Habana Libre¨, inducía a un pequeñín que
apenas llegaba a cuatro años para que abordara a los turistas que transitaban a
pedir dinero, si le daban, excelente labor, pero si no, el pequeño daba un
manotazo a quien se lo negara. La matrona se mantenía con actitud indiferente
ante la agresividad del menor, solo lo llamaba para esperar al próximo. Aquello fue la admiración
e indignación de todos los transeúntes, ya que no había ningún agente del orden
que impidiera con su presencia tal desfachatez. En reiteradas ocasiones son mujeres con niños de
meses las que hacen estancia y deambulan con el mismo fin.
Es un acto muy
deplorable el hecho de instruir a niños de tan poca edad en este tipo de
denigración social, porque en el futuro cuando ese niño sea un adolescente, y
pueda valerse por sí solo, no respetará a nadie, se convertirá en un ciudadano
sin escrúpulos que le dará lo mismo arrebatar una cartera, que introducirse en
una casa a robar a toda costa y riesgo.
Pero como si fuera
poco, a escasos metros de ese mismo lugar, un joven se acercó a un grupo de
turistas, y señalando a una muchacha que aparentaba estar embarazada, les
solicitaba ayuda monetaria, exponiendo que ella no había ingerido ningún
alimento en todo el día. Eso es bochornoso y cruel, además que de ser ciertas
esas
situaciones, nada tienen que ver con ellas los extranjeros que visitan el país.
Hay que resaltar la
necesidad de ahuyentar este tipo de elemento de lugares donde se pueda dañar de
forma considerable la imagen del verdadero ciudadano cubano decente,
desprendido, que se conforma con el destino que haya tomado su vida ya que el
estado es indolente a las carencias y necesidades de la población. Se puede llegar a ser la persona más pobre de
la tierra y sin embargo tener el regocijo y orgullo de la honradez, sin
traspasar los límites de la mala educación. Pero esto solo sucede cuando los
pueblos carecen de un gobierno que se preocupe por saber cómo andan las cosas
en los sectores más pobres de un país.
Ya la mayoría de los
habitantes de la isla desconocen lo que es vivir con decoro y se debe trabajar
en estos aspectos. Comportamientos como estos no solo deben ser vigilados y de
ser preciso tomar medidas para que no se propague por toda la ciudad, sino
atendidos de manera social y tratar de
mejorar la vida del cubano, ver cómo se soluciona la pobreza extrema en la que
vive un gran porciento de personas y poner atención a estos actos de manera
preventiva.
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