jueves, 11 de septiembre de 2014

Maleconeños días de verano.

Maleconeños días de verano. 


Susana T. Más Iglesias, La Habana 2 de septiembre de 2004.




En este verano tan impetuoso desde tempranas horas de  la tarde, el malecón habanero se convirtió nuevamente como años anteriores, en el lugar más concurrido de la capital, no solo por el calor reinante en la isla, sino por ser la elección más barata y acogedora donde tanto niños,  jóvenes y adultos pueden pasar un largo rato de esparcimiento. Nada los detiene, ni la sed, el intenso sol, o las pocas veces que les sorprende la imprevista llovizna que por espacio de unos cortos minutos refresca sus cuerpos.
Aquellos que arriban al lugar  con los infantes y jóvenes de la familia, no sólo a respirar el aire fresco salino, sino  también para sentarse a conversar, tienen la posibilidad de contar alguna anécdota o historia conocida y lograr que los niños adviertan la inmensidad del mar, su belleza  y  cambiantes  colores. 
Ya al caer la tarde, es sitio recurrente de aquellos sin  respaldo económico que les permita desplazarse hacia otros lugares, donde el acceso es algo caro y aún más, si  lleva acompañante. Algunos prefieren sentarse con sus parejas a platicar de futuros planes en sus vidas, a otros les sirve para desarrollar mentalmente un proyecto de interés; más la mayoría de los que van en grupo prefirieren llevar una botellita de ron o v ino, acompañado de su reproductor de música o guitarra, que desde los lejanos edificios altos se escuchan las gratas melodías y de esa manera, como se dice,  matan el tedio más las impotencias de la vida que los hace infelices.
Este tranquilo lugar se presta también para que los solitarios puedan conciliar sus pensamientos, a la vez que a unos terceros les deleita a su manera, conversar con el mar y solicitarle concesiones para sus vidas.
De cualquier manera es una visión única que puede ser engalanada por la entrada o salida ocasional de algún navío, que proporciona  muchas cosas que preguntarse: ¿traerá al país más alimentos?, ¿tal vez equipos de nuevas tecnologías para las escuelas?, ¿vendrá con materiales de construcción que se destinarán a  mejorar las condiciones de viviendas de muchos? Pero también abre ambiciones de experiencias como quién pudiera montar aunque sea por un rato en un barco, conocer sus interiores y dar un paseo…y los más soñadores imaginan que se retiran en él bien lejos para vivir con mejor confort, más expectativas de vida y sobre todo libertad para realizar el trabajo o estudio que deseen, sin que sea con imposición por la necesidad del estado.
Nadie siente aburrimiento de este serpenteante malecón capitalino por lo que tanto en las mañanas, tardes o noches, siempre será el lugar nostálgico, libre, donde se puede dar riendas sueltas a los sueños e imaginación  a nuestro gusto y conveniencia donde se puede insertar el conocido refrán: ¡y no cuesta nada!
Esperemos que esto se mantenga siempre y que en un futuro no se le ocurra a alguien cobrar el derecho de sentarse en el muro para cobrar los maleconeños días de verano.

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