jueves, 26 de marzo de 2015

Cámaras Ciegas.

Cámaras Ciegas.
Susana T. Más Iglesias, La Habana 22 de marzo de 2015.

Desde hace algunos años el estado cubano, incluyó dentro del gasto presupuestario del país  la compra en el exterior de costosas cámaras de vigilancia para ser ubicadas en las zonas más importantes de la capital, cabeceras de provincias y carreteras,  en áreas que  se entienden como  proclives a hechos delictivos  o de indisciplinas sociales graves, que puedan ser detectadas y enfrentadas con inmediatez.
Al principio cumplían su objetivo, o al menos al ocasionarse cualquier violación por parte de la ciudadanía, o sospecharse de algún individuo, enseguida estaba presente la autoridad policial para arremeter contra los ejecutantes.
Ahora suceden hechos desagradables, que atentan contra la moral e incrementan determinados delitos delante de las cámaras sin que se tome alguna medida preventiva y ni siquiera por el lugar pasa una patrulla que cohíba a los insolentes de ejecutar sus hechos. Tampoco existen los oficiales de menores que antaño frecuentaban esas zonas previniendo el acto de asecho al turismo por infantes.
Si algún joven de cualquier sexo, merodea por minutos los alrededores de un hotel o restaurant, enseguida son interrumpidos por los policías, quienes sin un motivo aparente de infracción, les solicitan carnet, indagan qué hacen por el lugar o hacia donde se dirigen. En algunos casos se extreman las acciones y son esposados mientras se verifica su estado.
Sin embargo, fue vergonzoso lo sucedido el sábado 21 de marzo en horas de la tarde en la esquina del hotel “Colina ¨, una pareja de adultos, acompañados con varios niños que no sobrepasaban los trece años y de ambos sexos, se arribaron a la baranda de la terraza y se escuchó claramente cómo trataban de negociar a una niña con un turista, que por cierto, no mostró  interés en la proposición.
También a escasos minutos, más adelante, en los muros de entrada al hotel “Habana Libre”, se podía advertir varias  madres con niños pequeños y una con uno como de 10 años, que esperaban el paso de turistas para solicitarles algo.
Esas actitudes que ahora crecen dentro de la población dan tristeza y dolor a aquellas personas que aún les queda algo de vergüenza y moral, ya que ve con impotencia porque nada puede hacer, cómo se va incrementando dentro de la ciudadanía en todas sus aristas el delito contra el normal desarrollo del menor apoyado incluso por familiares o amigos sin escrúpulos, que se sirven de esos infantes y  actúan de intermediarios.
Solo el nivel de pobreza y necesidades de una población conlleva a manifestaciones negativas como esas. Ellos de alguna manera buscan la manera de resolver los problemas que no solucionan sus bajos salarios, si los tienen, y es una manera de tratar de subsistir.
Pero lo curioso en  ambos casos es que todo esto estaba sucediendo bajo cámaras de vigilancia de la policía que están en esas esquinas.
¿Estaban rotas o apagadas, o simplemente por no ser de connotación política el quebrantamiento, pasaron inadvertidos los hechos ante la vigilancia de la policía? Seguro que de ser dos Damas de Blanco o tres personas identificadas como opositores al gobierno que estuvieran en esos lugares parados, aunque fuera conversando entre sí, la reacción hubiera sido distinta.
Al final, el transeúnte que observó esas anomalías se quedó con la duda o tal vez se conformó con pensar que simplemente las cámaras estaban ciegas.



P/D   Enviado a Primavera Digital para su publicación.


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