Cámaras
Ciegas.
Susana T. Más Iglesias, La Habana 22 de marzo de
2015.
Desde hace algunos años
el estado cubano, incluyó dentro del gasto presupuestario del país la compra en el exterior de costosas cámaras
de vigilancia para ser ubicadas en las zonas más importantes de la capital,
cabeceras de provincias y carreteras, en
áreas que se entienden como proclives a hechos delictivos o de indisciplinas sociales graves, que puedan
ser detectadas y enfrentadas con inmediatez.
Al principio cumplían
su objetivo, o al menos al ocasionarse cualquier violación por parte de la
ciudadanía, o sospecharse de algún individuo, enseguida estaba presente la
autoridad policial para arremeter contra los ejecutantes.
Ahora suceden hechos
desagradables, que atentan contra la moral e incrementan determinados delitos
delante de las cámaras sin que se tome alguna medida preventiva y ni siquiera
por el lugar pasa una patrulla que cohíba a los insolentes de ejecutar sus
hechos. Tampoco existen los oficiales de menores que antaño frecuentaban esas
zonas previniendo el acto de asecho al turismo por infantes.
Si algún joven de
cualquier sexo, merodea por minutos los alrededores de un hotel o restaurant,
enseguida son interrumpidos por los policías, quienes sin un motivo aparente de
infracción, les solicitan carnet, indagan qué hacen por el lugar o hacia donde
se dirigen. En algunos casos se extreman las acciones y son esposados mientras
se verifica su estado.
Sin embargo, fue
vergonzoso lo sucedido el sábado 21 de marzo en horas de la tarde en la esquina
del hotel “Colina ¨, una pareja de adultos, acompañados con varios niños que no
sobrepasaban los trece años y de ambos sexos, se arribaron a la baranda de la
terraza y se escuchó claramente cómo trataban de negociar a una niña con un turista,
que por cierto, no mostró interés en la
proposición.
También a escasos
minutos, más adelante, en los muros de entrada al hotel “Habana Libre”, se
podía advertir varias madres con niños
pequeños y una con uno como de 10 años, que esperaban el paso de turistas para
solicitarles algo.
Esas actitudes que
ahora crecen dentro de la población dan tristeza y dolor a aquellas personas
que aún les queda algo de vergüenza y moral, ya que ve con impotencia porque
nada puede hacer, cómo se va incrementando dentro de la ciudadanía en todas sus
aristas el delito contra el normal desarrollo del menor apoyado incluso por
familiares o amigos sin escrúpulos, que se sirven de esos infantes y actúan de intermediarios.
Solo el nivel de
pobreza y necesidades de una población conlleva a manifestaciones negativas
como esas. Ellos de alguna manera buscan la manera de resolver los problemas
que no solucionan sus bajos salarios, si los tienen, y es una manera de tratar
de subsistir.
Pero lo curioso en ambos casos es que todo esto estaba
sucediendo bajo cámaras de vigilancia de la policía que están en esas esquinas.
¿Estaban rotas o
apagadas, o simplemente por no ser de connotación política el quebrantamiento,
pasaron inadvertidos los hechos ante la vigilancia de la policía? Seguro que de
ser dos Damas de Blanco o tres personas identificadas como opositores al
gobierno que estuvieran en esos lugares parados, aunque fuera conversando entre
sí, la reacción hubiera sido distinta.
Al final, el transeúnte
que observó esas anomalías se quedó con la duda o tal vez se conformó con
pensar que simplemente las cámaras estaban ciegas.
P/D Enviado a Primavera Digital para su
publicación.
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