jueves, 23 de mayo de 2013


Una respuesta, de tantas que merece.


Susana T. Más iglesias, La Habana 10 de mayo de 2013.

La felicitación ofrecida del Director General de la FAO, señor José Graciano da Silva al líder Fidel Castro por haber cumplido anticipadamente la reducción de personas desnutridas antes del año 2015, se puede considerar una burla o tal vez una congratulación hipócrita para con el gobierno cubano.
Este señor que de seguro desconoce las condiciones alimentarias de la población y que se guía por las estadísticas que le envían, jamás se ha molestado en consumar una pesquisa o estado de opinión a personas que han tenido la posibilidad de visitar el país y codearse de una forma u otra con los ciudadanos del sector más pobre de la isla.
¿Cómo es posible ser la máxima autoridad de una institución tan importante a nivel internacional y que no domine los datos reales con respecto al nivel de nutrición que día a día tenemos la mayoría de los cubanos: niños, jóvenes, ancianos, todos de la clase más baja de la sociedad?
¿Le pasará por la mente a dicho representante que más del setenta y cinco por ciento de los niños se van en la mañana al círculo infantil con únicamente un pomo de leche o yogurt, que los que rebasan los siete años a veces parten a las aulas con solo un trago de café o cocimiento, y en ocasiones sin nada en el estómago; que incalculables ancianos que sobrepasan los 80 años y no padecen de enfermedades delicadas, no reciben dieta médica para reforzar su pésima nutrición?
Este excelentísimo representante supervisor de la alimentación mundial desconoce que en nuestro país, a pesar de estar rodeado de mar, es un lujo o un milagro poner a la mesa un plato con pescado, que el precio de venta de esas especies de cualquier  calidad en los mercados en divisa exceden al importe de más de 3 salarios básicos mensuales de un trabajador.
También desconoce que en algunos círculos infantiles, según el municipio, es casi un estatuto programar como menú de almuerzo solamente harina y pan dos veces por semana. No es de su conocimiento el que algunas personas ancianas y de menos edad que carecen de amparo familiar se vean en la obligación de recurrir a los latones de basura para saciar su hambre.
Este señor no se da cuenta que es una ostentación pensar en comerse un bistec de res, o un plato compuesto por mariscos, o lo que es más sencillo aún en cualquier país, saborear  un coctel de frutas o comerse una barra de chocolate. Que la alimentación básica de la población se centra exclusivamente en algo de pollo o de cerdo, y subproductos de ambos, lo demás que es de oferta en las tiendas recaudadoras de divisa no está al alcance de la mayor parte del pueblo. Que muchas madres sienten impotencia por no poder comprar un minúsculo paquete de galletas a sus niños; que hay jóvenes que no conocen siquiera el sabor de las uvas, avellanas, peras, melocotones o albaricoques, porque hasta una naranja es una fruta en extinción para los que no tienen altas posibilidades monetarias.
Queda en pie la invitación de que envíe a algunos de sus funcionarios, de manera encubierta, a recorrer los distintos barrios periféricos de la ciudad y otros asentamientos para comprobar si lo que afirma con vehemencia es cierto.



                    

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