Apreciar
una verdadera ciudad por primera vez. Capítulo 3
Mientras
el auto donde me trasladaba al hotel se deslizaba por las anchas y bien
asfaltadas calles, mis ojos contemplaron la belleza que satisfacía mis ansias
de conocer otro país distinto al mío, algo nuevo. Un júbilo llenó mi alma al
ver lo bonita que es la ciudad de Lima, sus autos, todos nuevos con modelos
actuales, cómodos de colores bien matizados, autos que no emiten ruidos al
andar ni expulsan desagradables humos contaminantes.
Ellos
transitaban por anchas avenidas atiborradas de anuncios comerciales variados
tipos, firmas, centros gastronómicos y compañías acreditadas de renombres,
también pude ver, así como decimos acá, “en vivo y directo”, lo que es una ciudad con una higiene admirable
más una iluminación estupenda, donde se puede caminar con tranquilidad embelesado
por lo atractivo de cada calle por donde se anda.
Pude
notar la gran cantidad de carros que existen, tantos, que no es un problema
abordar un ómnibus colectivo a cualquier hora del día o la noche. El transporte
público está muy bien organizado, por lo que no existe aglomeración para tomar
alguno, que dicho sea de paso a lo máximo van con pocas personas de pie. No
existe dificultad alguna para abordar un taxi, pues están a montones, cómodos,
igualmente son vehículos modernos y algo que para mí fue curioso, es que llevan
al pasajero hasta donde lo desee, sin objetar lugar ni hora y como si fuera
poco se puede regatear el precio a pagar.
Pude
darme cuenta que los choferes tienen una cultura muy amplia de política,
deportes, flora, fauna, de nuestro país y sobre todo de los derechos ciudadanos.
Hasta de geografía se puede hablar con
cualquiera de ellos, porque han escogido ese oficio por su voluntad y no por
necesidad.
En
sí es una población serena, que de solo mirar sus rostros al caminar, se
percibe la conformidad que tienen con la vida que llevan, donde los problemas
que puedan presentar son circunstanciales y al parecer no muy graves, porque
sus caras reflejan tranquilidad. No hay
rostros huraños, preocupados o que denoten desesperación o ansiedad. Digo, son
ciudadanos que muestran estar muy cercanos a la felicidad, porque al menos la
libertad de expresión no la tienen limitada y las condiciones de vida son las
que ellos mismos sean capaces de proporcionarse con sus esfuerzos y trabajo,
que allí no falta.
Son
ciudadanos maravillosos, porque la educación, hospitalidad y respeto entre
ellos mismos y hacia los demás se aprecia en todos y cada uno de ellos.
(Continuará)
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