jueves, 16 de abril de 2015

Apreciar una verdadera ciudad por primera vez. Capítulo 3

Apreciar una verdadera ciudad por primera vez. Capítulo 3











Mientras el auto donde me trasladaba al hotel se deslizaba por las anchas y bien asfaltadas calles, mis ojos contemplaron la belleza que satisfacía mis ansias de conocer otro país distinto al mío, algo nuevo. Un júbilo llenó mi alma al ver lo bonita que es la ciudad de Lima, sus autos, todos nuevos con modelos actuales, cómodos de colores bien matizados, autos que no emiten ruidos al andar ni expulsan desagradables humos contaminantes.
Ellos transitaban por anchas avenidas atiborradas de anuncios comerciales variados tipos, firmas, centros gastronómicos y compañías acreditadas de renombres, también pude ver, así como decimos acá, “en vivo y directo”,  lo que es una ciudad con una higiene admirable más una iluminación estupenda, donde se puede caminar con tranquilidad embelesado por lo atractivo de cada calle por donde se anda.
Pude notar la gran cantidad de carros que existen, tantos, que no es un problema abordar un ómnibus colectivo a cualquier hora del día o la noche. El transporte público está muy bien organizado, por lo que no existe aglomeración para tomar alguno, que dicho sea de paso a lo máximo van con pocas personas de pie. No existe dificultad alguna para abordar un taxi, pues están a montones, cómodos, igualmente son vehículos  modernos  y algo que para mí fue curioso, es que llevan al pasajero hasta donde lo desee, sin objetar lugar ni hora y como si fuera poco se puede regatear el precio a pagar.
Pude darme cuenta que los choferes tienen una cultura muy amplia de política, deportes, flora, fauna, de nuestro país y sobre todo de los derechos ciudadanos. Hasta de geografía se puede  hablar con cualquiera de ellos, porque han escogido ese oficio por su voluntad y no por necesidad.
En sí es una población serena, que de solo mirar sus rostros al caminar, se percibe la conformidad que tienen con la vida que llevan, donde los problemas que puedan presentar son circunstanciales y al parecer no muy graves, porque sus caras reflejan tranquilidad.  No hay rostros huraños, preocupados o que denoten desesperación o ansiedad. Digo, son ciudadanos que muestran estar muy cercanos a la felicidad, porque al menos la libertad de expresión no la tienen limitada y las condiciones de vida son las que ellos mismos sean capaces de proporcionarse con sus esfuerzos y trabajo, que allí no falta.
Son ciudadanos maravillosos, porque la educación, hospitalidad y respeto entre ellos mismos y hacia los demás se aprecia en todos y cada uno de ellos.
(Continuará) 





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