Capítulo
II- Transcurso del viaje y arribo al Lima.
Susana T. Más Iglesias, La Habana 5 de abril de
2015.
El viaje fue ameno y la
atención de la aerolínea excelente, por lo que controlé mis
preocupaciones, relajé mis nervios y entre conversaciones y sueño pasaron las primeras horas del viaje sin que me diera mucho tiempo a
pensara la altura me encontraba.
Hubo momentos en que mirar
desde la ventanilla hacia las nubes me relajaba y a la vez proporcionaba el
placer de distraerme y pensar en mi familia, concentrada especialmente en mis
nietos y bisnieto, las ocurrencias de cada uno, y cómo es lógico en las del más
pequeño. Con
la evolución de la vida, me doy cuenta que éste último tiene ocurrencias que los otros no tuvieron con su edad, como por ejemplo: desde que comenzó a asistir
a su círculo infantil, en las mañanas había que ponerle la ropa que él
escogiera, esto con solo año y medio; en la actualidad, comprende y ejecuta las
nuevas tecnologías con habilidad, cosas que al uno recordarlas hacen olvidar cualquier
situación embarazosa por la que se esté atravesando, para aflorar la sonrisa a
los labios del más serio. Porque me gusta guardar los buenos recuerdos para
sacarlos en los momentos precisos en que necesito la mente libre de
pensamientos no agradables.
Fotos 1 y 2
Poco a poco fui
entrecerrando los ojos, hasta que quedé dormida.
Ya sumida en sueño
profundo, recobrando las energías de los días de ajetreos con la preparación de
viaje, siento que suavemente alguien toca mi hombro, al cobrar conciencia reconozco el rostro juvenil de la
aeromoza que con voz afable pregunta, “disculpe señora, ¿por favor qué prefiere tomar?”. Y comenzó a decir las
ofertas líquidas con que contaban para
la merienda que, desde luego escogí un jugo de arándanos, más los comestibles
ligeros. Al terminar quedé en un éxtasis mirando desde mi ventanilla cómo la
nave atravesaba las nubes, mientras daba riendas sueltas a mi imaginación.
Foto 3
Mientras la nave
acortaba la distancia y ya casi asomaba al Pacífico, me entretuve un rato
mirando un filme que se transmitía por las pantallas chicas de la nave,
intercambié unas cuantas conversaciones de diversos temas con mis acompañantes
de asiento y sin saber cuándo, volví a caer en los brazos de Morfeo sin que me
percatara de ello, hasta que llegó la hora de la comida.
Foto 4
Pasaban las siete de la noche, cuando escucho por el
altavoz la trasmisión suave y clara que advertía a los pasajeros que debían ajustar sus cinturones, porque en pocos
minutos la aeronave arribaría al aeropuerto “Jorge Chávez” de la ciudad el
Callao, en Lima, Perú.
Mi alegría fue
desbordante al poder apreciar a gran altura aún la cantidad de luces, vista panorámica única, que me detallaba la
inminente llegada a mi destino. Era un paisaje nuevo, alegre, lleno de fulgor
que irradió todo mi cuerpo con un escalofrío estremecedor, pero de alegría y
curiosidad.
Nunca antes había visto
tantos y tantos kilómetros de superficie iluminados continuamente y con esa
proporción de claridad. Fue una
experiencia encantadora, mirar a través de la ventanilla y poder detectar la
magnitud de una gran ciudad que resplandecía desafiando la oscuridad de la
noche. Al fin conocía una ciudad viva, verdadera.
Vivida mi primera
emoción, no me dejaba de sorprender hallarme en un lugar tan lejano de mi país
y con tantas diferencias de belleza y hospitalidad por parte de los solícitos
trabajadores de la instalación, los cuales nos dieron a todos la bienvenida y a
los que no sabíamos hacia donde caminar, nos indicaron con mucha cortesía.
Fotos, 5, 6, 7, 8, y 9
(Continuará…)
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