jueves, 9 de abril de 2015

Capítulo II- Transcurso del viaje y arribo al Lima.

Capítulo II- Transcurso del viaje y arribo al Lima.


Susana T. Más Iglesias, La Habana 5 de abril de 2015.









El viaje fue ameno y la atención de la aerolínea excelente, por lo que controlé mis preocupaciones, relajé mis nervios y entre conversaciones  y sueño pasaron las primeras  horas del viaje sin que me diera mucho tiempo a pensara la altura me encontraba.
Hubo momentos en que mirar desde la ventanilla hacia las nubes me relajaba y a la vez proporcionaba el placer de distraerme y pensar en mi familia, concentrada especialmente en mis nietos y bisnieto, las ocurrencias de cada uno, y cómo es lógico en las del más pequeño. Con la evolución de la vida, me doy cuenta que éste último tiene ocurrencias  que los otros no tuvieron con su edad,  como por ejemplo: desde que comenzó a asistir a su círculo infantil, en las mañanas había que ponerle la ropa que él escogiera, esto con solo año y medio; en la actualidad, comprende y ejecuta las nuevas tecnologías con habilidad, cosas que al uno recordarlas hacen olvidar cualquier situación embarazosa por la que se esté atravesando, para aflorar la sonrisa a los labios del más serio. Porque me gusta guardar los buenos recuerdos para sacarlos en los momentos precisos en que necesito la mente libre de pensamientos no agradables.
Fotos 1 y 2
Poco a poco fui entrecerrando los ojos, hasta que quedé dormida.
Ya sumida en sueño profundo, recobrando las energías de los días de ajetreos con la preparación de viaje, siento que suavemente alguien toca mi hombro, al cobrar  conciencia reconozco el rostro juvenil de la aeromoza que con voz afable pregunta, “disculpe señora, ¿por favor  qué prefiere tomar?”. Y comenzó a decir las ofertas líquidas con que contaban  para la merienda que, desde luego escogí un jugo de arándanos, más los comestibles ligeros. Al terminar quedé en un éxtasis mirando desde mi ventanilla cómo la nave atravesaba las nubes, mientras daba riendas sueltas a mi imaginación.
Foto 3
Mientras la nave acortaba la distancia y ya casi asomaba al Pacífico, me entretuve un rato mirando un filme que se transmitía por las pantallas chicas de la nave, intercambié unas cuantas conversaciones de diversos temas con mis acompañantes de asiento y sin saber cuándo, volví a caer en los brazos de Morfeo sin que me percatara de ello, hasta que llegó la hora de la comida.
Foto 4
Pasaban  las siete de la noche, cuando escucho por el altavoz la trasmisión suave y clara que advertía a los pasajeros que debían  ajustar sus cinturones, porque en pocos minutos la aeronave arribaría  al  aeropuerto “Jorge Chávez” de la ciudad el Callao, en Lima, Perú.
Mi alegría fue desbordante al poder apreciar a gran altura aún la cantidad de luces,  vista panorámica única, que me detallaba la inminente llegada a mi destino. Era un paisaje nuevo, alegre, lleno de fulgor que irradió todo mi cuerpo con un escalofrío estremecedor, pero de alegría y curiosidad.
Nunca antes había visto tantos y tantos kilómetros de superficie iluminados continuamente y con esa proporción de claridad.  Fue una experiencia encantadora, mirar a través de la ventanilla y poder detectar la magnitud de una gran ciudad que resplandecía desafiando la oscuridad de la noche. Al fin conocía una ciudad viva, verdadera.
Vivida mi primera emoción, no me dejaba de sorprender hallarme en un lugar tan lejano de mi país y con tantas diferencias de belleza y hospitalidad por parte de los solícitos trabajadores de la instalación, los cuales nos dieron a todos la bienvenida y a los que no sabíamos hacia donde caminar, nos indicaron con mucha cortesía.
Fotos, 5, 6, 7, 8, y 9
(Continuará…)





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