¿Cosméticos o accesorios para mujeres negras?
Susana T. Más Iglesias
Las mujeres negras que habitan en Cuba, y sobre todo en la capital, experimentan desilusión e impotencia cuando deciden salir a la búsqueda de cosméticos para realzar su belleza o personalidad.
Increíblemente en las tiendas, es imposible encontrar maquillajes para mujeres de tez oscura; incluso los colores de creyones, bases faciales, (tanto en cremas, como compactos), o polvos para el cutis color taíno o canela están ausentes. Y mucho menos se puede aspirar a encontrar los estuches de sombras para ojos o lápices delineantes que sean compatibles para la inmensa cantidad de mujeres con este color de piel que viven o visitan la isla; es como si no existieran en el planeta.
El formato de compacto oscuro puede buscarlo en los hoteles del Vedado, y sólo lo encontrará en la Boutique del “Habana Libre” nada menos que al precio de $7.10 cuc, que al efectuar la conversión a moneda nacional, casi sobrepasa la mitad de un salario medio, no contando entonces con que la fémina que devengue un salario bajo o normal tenga acceso a adquirir en un mes otro producto de la gama para mejorar su aspecto personal, únicamente teniendo que dar preferencia a ese artículo, que apenas dura unos tres o cuatro meses si lo aplica una sola vez al día.
Hay cosas que son tan difíciles de entender, pues si es posible encontrar guantes de invierno, aparatos para ejercicios, bicicletas montañesas y hasta juguetes de control remoto, ¿por qué es tan embarazoso hallar productos que siempre, antes de existir la nueva tecnología llamada de punta y grandes convenios comerciales, se podían adquirir fácilmente en la red minorista de tiendas en moneda nacional?
Se pudiera asegurar que las mujeres negras están eliminadas hasta en el renglón de la cosmetología, no es lógico que con la existencia de tantas firmas, como Suchel y marcas como Maja, Pasión, Shawma etc., sea una bendición del cielo poder encontrar lo adecuado sin dejar de caminar kilómetros en su búsqueda por las tiendas de la ciudad, más cuando el 60% de la población femenina cubana pertenece a esta raza.
Ni hablar de los colores de tejidos, medias finas de vestir o trusas. Muchas veces por no tener otra opción se adquieren modelos con tonos que no están asociados al color de la tez negra, y se olvida que en Cuba se vive un eterno verano y prevalece la ropa más bien deportiva, la más seria se usa esporádicamente para determinadas ocasiones como quinces, bodas, o alguna graduación; pues a nadie se le ocurriría comprar un conjunto de esos lujosos, que llevan anexos pamelas y bufandas, para usarlo tres o cuatro veces al año, contando que únicamente tendrían acceso a ellos las que reciben remesa familiar del extranjero, hijitas de papitos adinerados, alguna que haya guardado su dinerito ganado en misión internacionalista, para comprarlo aquí en su patria, o la quinceañera que los padres llevaban años de restricciones para la ocasión.
Es extraño que mientras existen numerosos grupos de modas que exhiben modelos con formatos nacionales muy bien asociados a las razas, edades y ocasiones, no es muy probable encontrar esos patrones en las tiendas a las que podemos acceder todos, las de moneda nacional.
Desde que apareció la ropa reciclada, se perdieron las confecciones nacionales y en las pocas que se ofertan, las que aparecen no se las ponen ni los payasos para actuar, ya que son incompatibles formatos, tejidos y colores.
Hay que decir como la canción “¿A dónde vamos a parar…?”
¿Qué tendrán que hacer estas mujeres para mostrar su existencia física y ser reconocidas como seres reales, dentro del país?
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